
Principio Doctrinal
MINTS-CA sostiene doctrinas que todo cristiano bíblico debería sostener. Un seminario, tanto como la iglesia verdadera, hace doctrina desde la Palabra revelada de Dios.
Las Escrituras. Las Escrituras son la palabra de Dios, el Verbo encarnado (Jn. 1:14), la revelación especial (Cristo) de Dios (Hebreos 1:1-3); al ser la palabra de Dios, son la única regla infalible de fe y práctica. Es suficiente para guiarnos en todo lo que necesitamos saber para la salvación. Las Escrituras son inspiradas divinamente y ninguna parte de ellas es palabra de hombre, Dios orgánicamente por medio de Su Espíritu la Inspiró en los santos hombres de Dios (2ª Tim. 3:16).
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Dios. Creemos en un solo Dios (Deuteronomio 6:4), pero en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, de una misma esencia, iguales en autoridad, poder y gloria.
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Jesucristo, el Hijo de Dios. Jesús fue engendrado eternamente por el Padre y luego por obra del Espíritu Santo fue engendrado de forma milagrosa en la Virgen María. Así que, Jesús es Dios-Hombre, es decir, completo hombre y perfecto Dios. 100% hombre y 100% Dios. De esta manera, Cristo es el mediador de un mejor y fiel pacto. Si, Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres (1ª Tim. 2:5). Su obra nos reconcilia con el Padre.
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La Creación Ex-nihilo. (Creatio ex nihilo), significa etimológicamente (creación a partir de la nada), así que, Dios creó todo de la nada, no necesito material preexistente para ellos. Además, esta doctrina asegura que la materia no es eterna, solo el creador es eterno. La doctrina responde a la pregunta, ¿Cómo se origino el universo? La doctrina cristiana del ex-nihilo se opone a la doctrina «creatio ex-materia»—«creación desde la materia».
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El Decreto de Dios. Dios por decreto divino ha ordenado todo lo que ocurre en el mundo, esto, según su consejo perfecto, sabio y soberano (Ef. 1:3-14; Is. 46:10). Dios por decreto eterno elige y controla todo lo que pasa en este mundo y predestinó la restauración de todas las cosas por el Hijo a quien constituyó heredero de todo y por quien así hizo el universo (Col. 1:16,17). Así que, providencialmente Dios sostiene todas las cosas para gloria de su nombre y según el propósito de su perfecta voluntad, de modo que todo funciona para bien de su pueblo (Rom. 8:28).
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La Caída del hombre. Siendo Adán la cabeza federal de la humanidad, cuando él cayó de la gracia de Dios e incurrió en trasgresión, toda la raza humana cayó con él (Rom. 3:23). Así que, toda la raza humana estaba bajo la maldición de Dios. Sin embargo, en el segundo Adán, Jesucristo, los elegidos han sido restaurados a relación con el Padre.
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La Salvación. Jesucristo es el garante de la salvación. Cuando el Padre obra el llamado eficaz por medio del Espíritu Santo en el corazón de los elegidos, estos responden positiva e inmediatamente a este llamado. Cuando Cristo salva a los hijos de Dios, su justicia es aplicada a los elegidos y son declarados sin culpa por el Padre (Rom. 5:1-8). La salvación es un don de gracia. Así Dios en Cristo adopta a los elegidos hijos suyos, dándoles todos los privilegios y derechos para ser llamados hijos (1ª Jn. 3:1). Así, además, la obra de santificación se obra en los elegidos de forma progresiva e inmediata; es decir, somos declarados santos de forma contundente en el momento que somos llamados a la salvación, pero por el Espíritu vamos siendo santificados hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6). Este hecho nos asegura de que la salvación no es obra nuestra.
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La Fe en Cristo. La fe es un regalo de Dios que por obra del Espíritu Santo es otorgada a los elegidos; así que, la fe es el medio por cual se recibe a Cristo y toda la gracia que trae consigo la salvación (Ef. 2:8-10). La persona es llamada por Dios al arrepentimiento; así que, se produce un cambio de mente y corazón y la obra de Cristo es aplicada a los elegidos (Hch. 3:19). Las buenas obras son el resultado de la fe en Cristo Jesús, las cuales fueron preparadas desde antes de la fundación del mundo para que la iglesia anduviera en ellas (Ef. 2:10). Las obras no son la base para la salvación, sino la fe en Cristo.
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La Seguridad de la Salvación. Los verdaderos creyentes, aquellos que han nacido de nuevo por obra del Espíritu, el mismo Espíritu Santo les cuida para que no apostaten de la de que se les dio por gracia, así que, perseveran hasta el Día de Jesucristo por qué no es obra propia, sino de Dios esta perseverancia (Fil. 1:6; 1ª Jn. 2:1; 5:13).
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La libertad cristiana. El cristiano es libre de la condenación del pecado, pero nunca se le ha dado libertad para pecar. Además, ha sido liberado de todas las reglas legalistas y humanas para alcanzar la salvación, por qué Dios se la otorgó según su gracia abundante. Así que, la libertad que el cristiano tiene en Cristo la usa para la gloria de Dios en todo lo que hace y todo lo que es. Por otro lado, guarda su compostura para no hacer tropezar a otros creyentes con sus obras legalistas (Gál. 5:1; 6:1-5).
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La Iglesia de Cristo. La iglesia es columna y baluarte de la verdad (1ª Tim. 3:15). La iglesia es una, no es de rótulos, sino santa, fiel y responsable por llevar a cabo la Gran Comisión (Mt. 28:18-20). La iglesia es el cuerpo de Cristo, por qué Él es la cabeza desde donde todo el cuerpo es nutrido y sostenido hasta el Día de Jesucristo (1ª Cor. 12:12-27). La iglesia se edifica mutuamente por qué Cristo la sostiene. Así que, pertenecer a la membresía de una iglesia local no garantiza la permanencia en la iglesia universal, pero si alguien pertenece a la iglesia invisible, este miembro es parte de la iglesia de Jesucristo.
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Los sacramentos. Tanto el bautismo como la Cena del Señor deben de ser administrados por ministros del evangelio, porque a ellos se les dio por Jesús el ministerio de la predicación y edificación del cuerpo de Cristo, la iglesia. Así que, los sacramentos son signos visibles de las promesar de Dios y se confirma al recibirlos en una iglesia verdadera. Jesús nos encargo llevar a cabo el sacramento de la Cena en memoria de Él. En la Cena hay un recordatorio pactual de las promesas de Dios (Lc. 22:19). En el bautismo encontramos que somos unidos a Cristo en su muerte y resurrección. Es decir, morimos a la vieja naturaleza y somos resucitados a una vida nueva y abundante. Además, el bautismo ratifica esa entrada en el pacto.
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​Espíritu Santo. Creemos que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, que con el eterno Padre y el Hijo es verdadero Dios, que es de la misma esencia del Padre y del Hijo, que es agente sobrenatural en la regeneración, nuevo nacimiento y afiliación del cristiano en el cuerpo de Cristo, la Iglesia (1ª Cor.12:13; 6:19; 1ª Jn.5:7; Mat.28:19; Jn.16:8-11; Gal.5:22,23) capacitándole para el ministerio con diferentes dones (Rom.12:4-8; 1ª Cor.12:4-11). El Espíritu Santo santifica y preserva a los cristianos de apostatar de la fe y les ayuda para perseverar en el camino del Señor hasta la segunda venida de Cristo.
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​Hombre. Creemos que Adán fue creado por Dios a su imagen y semejanza, es decir en verdadero amor, conocimiento, justicia y santidad, para que con firme conciencia y fiel juicio conociera a Dios su Creador, le amase de todo corazón e intimidase y bienaventurado viviese con Él, eternamente para alabarle, glorificarle y servirle. (Gen.1:26,27; Isa.43:1; Efe.4:24; Col.3:10; 2ª Cor.3:18). Adán fue creado con libertad de decisión porque su ser era perfecto en conducta, piedad y libre de corrupción. Sin embargo, cuando Adán pecó, perdió el estado de inocencia y su inclinación siempre esta condicionada por su naturaleza pecaminosa; así que, aunque quiera no tiene la capacidad de ir a Dios, aunque lo anhelo de corazón. De esta manera, se hace necesario que Dios lo encuentre y le regenere y le de fe para ir a Cristo para perdón de sus pecados.
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El Nuevo Pacto. Creemos que el Nuevo Pacto en Cristo se ha hecho divisible en el Nuevo Testamento y el cual procede del Antiguo Testamento (el Antiguo Pacto), el cual debe entenderse a la luz de las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo y sus Apóstoles (Heb.7:2; 8:1-13; Efe.2:20-22). El fundamento esta puesto, los Apóstoles del Señor y los profetas del Antiguo Pacto son la base (Ef. 2:18-20). Así que, revelado el Nuevo Pacto no es necesaria mas revelación, Jesucristo es suficiente.
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El culto público. Creemos que todos los santos son llamados a rendirle adoración Dios tanto de forma privada como pública. Así que, siendo redimidos por el sacrificio vicario de Cristo y como la iglesia comprada por Él, somos llamados por Dios a rendir todo nuestro ser delante de la divinidad en alabanza, himnos, canticos espirituales, oraciones, lectura de las Escrituras y la predicación pura del evangelio. Por otro lado, por el consejo de los apóstoles somos llamados a la comunión de los santos, a proveer ofrendas, a recibir la bendición pastoral y tantas otras prácticas sagradas que son administradas por los ministros en las reuniones públicas de adoración (Sal.84; 95:1-7; 100:1-4; 133 Hech.2:41-46; Rom.12:1,2; Heb.10:25; 1ª Cor.11:23-26)
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La Gran Comisión. Es responsabilidad de toda la iglesia llevar a cabo la evangelización mundial. Como nosotros no podemos saber quiénes son los elegidos, debemos predicar el evangelio a toda criatura como lo indica la palabra de Dios y el Espíritu Santo redargüirá el corazón de los elegidos para que vengan al arrepentimiento. El mayor compromiso como hijos de Dios es la predicación del evangelio de gracia (Mt. 28:19; Mr. 16:15,16; Hch. 1:8; 1ª Cor. 9:16; 2ª Tim. 4:1-5). Jesucristo debe ser anunciado como el único con la capacidad de salvar a los pecadores de sus pecados (1ª Tim. 2:5). Dios mostró su amor en Cristo por qué vio al hombre con la necesidad de redención, así que, le proveyó al redentor perfecto. Jesús no solo vino para redimir a los elegidos, sino que toda la creación será redimida en la segunda venida de Cristo (Hech.4:12; Efe.2:8,9; Fil.2:10,11).
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La segunda venida de Cristo. Creemos en una segunda venida de Jesús visible y en las nubes del cielo (Hch. 1:11). Jesús volverá en poder y gloria para juzgar a los vivimos y a los muertos según hayan sido sus obras. De esta manera, con poder y gloria, Jesús establecerá su reino eterno en donde toda lengua confesará y toda rodilla se doblará en honor a Jesús (Fil. 2:8-11). La muerte, resurrección y ascensión de Cristo testifican de que Él volverá de nuevo para pagar a cada uno según sus obras (Mt. 24:30; 25:19-31; 26:64; Jn. 4:3; Hch. 3:20,21; Fil. 3:20; 1ª Tes. 4:15,16; 2ª Tes. 2:13; Heb. 9:28; 2ª Ped. 3:3-10; Apo. 19).